Tenían gusto por la utopía, rendían culto a la juventud y anhelaban una muerte gloriosa. Sus nombres eran René Crevel, Klaus y Erika Mann, W. H. Auden, Christopher Isherwood, Stephen Spender, Antoine de Saint-Exupéry o Lauro de Bosis. Demasiado jóvenes para haber vivido el calvario de las trincheras y atormentados por la sensación de haber perdido la gran oportunidad de sus vidas, esperaban lograr una existencia inimitable.