Una de las novelas auténticamente malditas de los años cincuenta, archivada en la memoria de un puñado de lectores y de algunos críticos, aunque no con la suficiente nitidez como para ser ese libro que la mano escoge con decisión en la estantería de la memoria. La novela nace con una muerte y la muerte está presente en toda la novela, como una premonición casi onírica o como una crueldad innecesaria en la persona de la destruida madre. El novelista no ha escogido personajes singulares, ni un fragmento singular de vida, pero ha tenido el suficiente talento como para hacer literarias vidas y experiencias de una mediocridad exasperante. Y al mismo tiempo, ha ofrecido un cuadro social lleno de historicidad. Manuel Vázquez Moltalbán, en el prólogo de la obra.