Cualquiera diría que rusos y americanos son dos mundos, dos literaturas y dos idiosincrasias que viven en las antípodas de este globo abollado. Pero lo cierto es que estos dos gigantes están a punto de besarse en el gélido estrecho de Bering. Ambos huyen de las descripciones largas, de la cosa florida o del costumbrismo, del tedio que a menudo satura paisajes y situaciones. Ambos priorizan la historia, que en el mínimo recorrido pasen cosas: que la pistola se dispare, que el puñal se clave, que el hacha ampute y que las bocas se besen; que la pena ahonde y que los pechos vibren. Ocho escritores rusos y americanos, ocho rebeldes con causa o sin ella, ocho tipos que escribieron fuerte porque vivieron fuerte.