Wilhelm Furtwängler (1886-1954) fue el representante más eminente de la gran «tradición alemana». Considerado, junto con Karajan, Bernstein o Carlos Kleiber, uno de los más legendarios directores de orquesta del siglo XX. Pero la clave de su permanencia en el inconsciente colectivo trasciende lo estrictamente musical. Para la política cultural nazi, la música jugó un papel de suma relevancia.