Oscar Wilde no conversaba, contaba historias. Ya era famoso por su brillante talento y afinado ingenio cuando empezó a publicar sus primeros relatos a finales de la década de 1880. Escribió desde conmovedores cuentos infantiles, hasta extravagantes comedias como "El fantasma de Canterville", su obra más publicada, que puede leerse como una elegante sátira social.