Decía Jean Paul Sartre que el infierno son los otros, pero Oscar Wilde, menos filósofo y más escritor, afirmaba justo lo contrario: cada uno somos nuestro propio demonio y hacemos de este mundo nuestro infierno. Sobre esta premisa, este libro contiene cuatro relatos que ofrecen una rendija para espiar el inframundo que los personajes han creado para sí mismos.
La autodegradación, la envidia, la inseguridad, la mezquindad y la vanidad son algunas de las puertas que conducen a los protagonistas de las historias a su perdición, y quizás ¿por qué no?, a la salida de aquel lugar generado por su propia oscuridad.