Angelo Ara y Claudio Magris indagan en la peculiaridad del «caso Trieste» estudiándolo a partir de la historia de la ciudad y de los testimonios literarios. Y así, presentan una Trieste en la unidad de una encrucijada que respeta las tensiones europeas, que funde a menudo dramáticamente etnias diversas: la italiana, la eslava, la alemana, y en la cual pueden convivir el irredentismo y el culto al emperador Francisco José, el cosmopolitismo y la cerrazón municipal. «Esta diversidad de Trieste ha sido ostentada, negada, afrontada con lúcida conciencia, pasada por alto con arrogancia o codificada en un cómodo y falso cliché, al que regularmente ha recurrido su clase rectora para justificarse y explicar su falta de adecuación sociopolítica», señalan los autores.
«Ciudad abstracta y premeditada, como decía Dostoievski de San Petersburgo (que ha crecido también por la decisión de un gobierno y no por un proceso de desarrollo orgánico), Trieste ha sido, y sigue siendo, una ciudad llena de contrastes, pero sobre todo ha buscado y busca su propia razón de ser en esos contrastes y en su carácter indisoluble. Los escritores que han vivido a fondo su heterogeneidad y su multiplicidad de elementos sin posible unidad han comprendido que Trieste como el Imperio habsburgués del que formaba parte era un modelo de la disparidad y la contradicción de toda la civilización moderna, carente de un fundamento central y de una unidad de valores.» Profundamente triestinas y al mismo tiempo internacionales, de una modernidad que hoy en día podemos entender mejor, son las figuras que transitan por estas páginas: Svevo, Saba, Slataper, los hermanos Stuparich, Michelstaedter, Weiss, Benco, Marin, Quarantotti Gambini, Bazlen, entre otros, portadores de diversas experiencias pero al mismo tiempo creadores originales.